domingo, 29 de noviembre de 2015

TEORÍA GENERAL DEL DERECHO CIVIL

CARPE DIEM

Con mis alumnos del Curso de Teoría General del Derecho Civil (Nov-2015) de la Maestría de Derecho Civil y Comercial de la EPG de la Universidad Andina del Cusco.


Los alumnos: 



Recuerden, el Derecho Civil tiene proyección a todo nuestro ordenamiento jurídico.

Cuzco, 13, 14, 15, 27, 28 y 29 de noviembre de 2015.

martes, 17 de noviembre de 2015

LA PREGUNTA IMPOSIBLE DE CONTESTAR


Fernando Murillo Flores[1]

Cuando el New York Times planteó la siguiente pregunta: ¿Mataría a Hitler cuando era bebé? generó diferentes respuestas en varios sentidos, pero, en realidad planteó una pregunta imposible de contestar, pues la situación en la que se plantea no existe y es imposible.

Es imposible contestarla porque no podemos conocer el futuro, es decir, no sabemos qué será o qué hará un bebe cuando sea mayor; si no contamos con esa información es imposible plantearnos la posibilidad de contestar la pregunta en ningún sentido, y no existe alguien que nos pueda dar algún dato que nos ayude. La inexistencia del conocimiento del futuro hace que la pregunta plantee un problema que no es problema pues no es real.

Los problemas éticos, además de ser reales, deben tener siempre un escenario en el que haya dos personas, pues la ética se explica en la relación con el otro, mas no con uno mismo. Savater nos dice – por ejemplo – que Robinson Crusoe no tenía problemas éticos hasta que un día en la playa …

Acertadamente Bertrand Russell escribe “El estudio de la ética se considera muy corrientemente dedicado a las cuestiones: “¿Qué tipo de acciones deben realizar los hombres?” y “¿Qué tipo de acciones deben evitar los hombres?” Es decir, se concibe como algo que trata de la condición humana y que decide qué es virtuoso y qué es vicioso entre los tipos de conducta entre los cuales, en la práctica, la gente tiene que escoger” (Russell, Bertrand. Ensayos Filosóficos. Alianza Editorial.)

Una decisión, para ser justa, es decir, para ser éticamente correcta requiere de información sobre el bien y el mal, o lo que será bueno o malo. Bertrand Russell expresa “Para explicar lo que entendemos por bien y mal, podemos decir que un objeto es bueno cuando por sí mismo debe existir, y malo cuando por sí mismo no debe existir. Si está en nuestro poder hacer que algo exista o no exista, debemos de hacerlo existir si es bueno y no existir si es malo.

Cuando “Ike” Eisenhower debía decidir qué día desembarcar en las costas de Normandía, su principal preocupación era tomar la decisión cuando el clima fuese lo más favorable para así lograr que las bajas – que eran inevitables – lo fuesen en un porcentaje bajo. ¿qué buscaba? buscaba tomar una decisión justa, es decir, éticamente correcta, para ello era imprescindible contar con información. Tomada la decisión, el comandante supremo de las fuerzas aliadas escribió una carta que pidió entregar a la prensa, si acaso todo salía mal. 

En esa carta se leía: Mi decisión de atacar en este momento y lugar estaba basada en la mejor información disponible. Las tropas de tierra, la fuerza aérea y la marina se han empleado con toda la valentía y dedicación posible a su deber. Si hay alguna culpa o falta en este intento es únicamente mía.” (el subrayado nos corresponde)

Militarmente el desembarco fue un éxito, pero más o menos un 20% de los 160,000 hombres que participaron murieron en combate durante el desembarco. Ike no podía saber qué pasaría ese día exactamente, sólo pidió información sobre el clima, las posiciones y fortalezas del enemigo para así darles a sus hombres las mejores posibilidades de enfrentar al enemigo y lograr el objetivo militar.

Pero Ike estaba consciente de su responsabilidad, consciente del objetivo militar y para tomar la decisión última de enviar hombres hacia su logro debía basarse – como él dijo – “en la mejor información disponible”.

¿Es posible saber – con toda la información actual – qué será o hará un bebé? La respuesta es negativa a un 100%, de modo que la decisión éticamente correcta, la más justa, es procurar a ese bebe todos los cuidados posibles.

¿Qué es una decisión justa? La ética – según Savater – es vivir bien, pero eso se logra sólo cuando elijes bien entre lo bueno y lo malo, descartando elegir lo malo pues como dice Russell lo malo no debe existir. En consecuencia, una decisión justa es aquella que hoy toma una persona, basada en toda la información posible y que tenga a su alcance, previendo que pueda tener las mejores consecuencias posibles para quien la toma o para quienes esa persona ama o respeta.

Por eso, la decisión de Ike fue éticamente correcta, así como la decisión de quienes tuvieron a su cuidado a Hitler de bebé. Ike ahora es reconocido no sólo por haber dirigido con éxito a las fuerzas aliadas en la II guerra mundial, sino por haber tomado la decisión del desembarco en el momento preciso, previendo las mejores consecuencias para su ejército aliado, él pudo ver las consecuencias de su decisión. Si la niñera del bebe Hitler, al ver las consecuencias de la acción ideológica, política y militar de Hitler, no podría reprochársela, ni decir y alguien tampoco que no actúo éticamente al no matar al otrora bebé, pues ella cuando lo cuido y alimentó no tenía esa información.

Toda persona en un día toma un número considerable de decisiones personales; todo directivo toma también ese mismo número de decisiones personales, pero toma otro tanto en su función directriz en la organización que dirige, pero éstas deben estar destinadas siempre a la unidad y eficacia de la organización, sabiendo que ella está integrada por personas respecto de las que debe tomarse decisiones éticamente correctas, léase justas.

Así como Ike – salvando las distancias del caso claro está – un directivo, como muchos de los que vemos en el medio local, puede ver las consecuencias de sus decisiones en un corto plazo, y lo desastroso de sus resultados, cuando aquellas se tomaron en función de amistad o falsas consideraciones o camaradería y de las que se tenía perfecta información y conocimiento, entonces, estas decisiones sí son reprochables pues no son éticamente correctas, ni justas para la organización.

Si debo tomar una decisión y me propongo que esta sea justa, la decisión debe ser éticamente correcta y ello sólo se logra cuando se toma con toda la información disponible, y se prevé que pueda tener las mejores consecuencias posibles. Si estas no son tales, entonces la decisión fue éticamente incorrecta.    





[1] Juez Superior Titular de la Corte Superior de Justicia de Cusco.

martes, 10 de noviembre de 2015

LA UNIDAD EN LA ORGANIZACIÓN


Fernando Murillo Flores[1]

Toda organización está dirigida por quien es elegido para esa misión; es de suma importancia la legitimidad de ese directivo para el logro de tal misión, si es elegido – por ejemplo – por una mayoría simple y con dudas, en lugar de una mayoría absoluta y convencida, tendrá una responsabilidad inicial: lograr la aceptación y confianza de quienes no lo eligieron, si esto no se logra, la legitimidad no se incrementa y la tendencia de ese directivo será fortalecer su poder acentuando el favoritismo de quienes lo eligieron – sabe el diablo con qué fines – opción que, si bien es válida, importa no cumplir un reto básico para la organización: la unidad.

Ese directivo elegido, sin duda, tiene poder, Bertrand Russell de éste poder dice que “puede ser definido como la producción de los efectos deseados[2]. La pregunta es ¿qué es lo que desea un directivo que dirige una organización?, responderla – en parte – es no perder de vista lo que dice Pérez López “Vamos a ver cómo lo más importante no es la cantidad de Poder que se tenga, sino cómo se usa el que se tiene.[3]

Lo anterior implica conocer ¿qué es lo que desea lograr el directivo al frente de la organización?, pues sólo así podremos ver como utiliza el poder que tiene para lograr el o los objetivos propuestos. En este análisis no debe descuidarse cuánto es que el directivo conocía la organización antes de serlo, pues el déficit de ese conocimiento será difícil cubrirlo cuando lo sea, pues la vorágine del día a día, acorta las posibilidades de conocer plenamente la organización. El tiempo perdido es eso, tiempo perdido.

No es menos importante tomar nota de la capacidad del directivo para tomar decisiones, respecto a las áreas de la organización, lo que implica conocerlas, pues de lo contrario un cáncer la invadirá, como dice Russell “el poder que permanece detrás de la escena: el poder de los cortesanos, de los intrigantes, de los espías, de los que maquinan en secreto. En toda gran organización en que los hombres[4] que están en el gobierno tienen un poder considerable, hay otros hombres y mujeres menos preeminentes que adquieren influencia sobre los caudillos mediante métodos personales. Los intrigantes y los cabecillas pertenecen al mismo tipo, aunque su técnica es diferente. Colocan calladamente a sus amigos en las posiciones llave y de ese modo, cuando llega el tiempo oportuno, disponen a su gusto de la organización[5] y así, continúa el filósofo “Un sistema que acuerde mucho poder al cortesano o intrigante es, por lo general, un sistema poco capaz de promover el bienestar general.[6] Es un pecado capital no conocer la organización, así como no controlar a quienes dirigen las áreas implica ir creando pequeños reinos, pequeños poderosos que hacen que se perciban diferentes direcciones, cubriéndose intereses subalternos que no hacen sino demostrar que no hay principios organizacionales, políticas y acciones de curso a seguir.

Cuando el directivo empieza a escuchar los cantos de sirena sin haberse amarrado al mástil se dejará llevar por la seducción contraria a la razón y la organización terminará sumida en el fracaso, tan igual como cuando se empiezan a buscar fantasmas en esta tierra de decisiones.

El directivo sin legitimidad, perdiendo la que tiene o fortaleciendo la poca que tiene, haciendo pagar a la unidad de la organización, que por su ausencia de capacidad no toma decisiones o delega sin control la capacidad de tomarlas empezará por no gobernar, por crear vacíos de poder que por naturaleza serán cubiertos por advenedizos cuyo poder proviene de la amistad, cercanía o género, creando de esa forma un gobierno de mediocridad insalvable, en el que puestos de trabajo son cubiertos por personas al margen de su capacidad, con privilegios frente a otro trabajadores no tocados por la gracia del directivo ausente y que a cada rato se ufanan de pertenecer al grupo de directivo ausente.

La capacidad estratégica, que implica colocar a los trabajadores en los puestos clave de la organización, con la capacidad necesaria para satisfacer a los clientes externos, mediante la eficiencia de su trabajo inteligente, organizado y disciplinado, o no existe o se ve anulada por la amistad, el favoritismo o por el afán de perpetuidad de la especie o género en el poder. Al respecto, no pueden pedirse peras al olmo, Ferreiro y Alcazar nos dicen, lo que es triste, “Los grandes estrategas no se hacen, nacen con esa cualidad. La capacitación y el estudio sólo pueden mejorar el rendimiento de esa capacidad innata, pero ninguna formación en estrategia hará que una persona sea un Napoleón si no nace con esa cualidad.[7]

Ferreiro y Alcazar, citando a Pérez López[8], nos dicen que las dimensiones de la acción directiva son la estratégica, la ejecutiva y la de liderazgo y que sólo así se corresponde a los fines de la organización: eficacia, atractividad y unidad, satisfaciendo los correspondientes motivos de las personas que integran toda organización: las extínsecas, las intrínsecas y las trascendentes. Si un directivo no cubre esas tres dimensiones, nunca podrá motivar a las personas que trabajan para él y mucho menos lograr los fines de la organización.

Toda organización está integrada por personas y diseñada para servir a personas, nunca una organización logrará sus fines (eficacia, atractividad y unidad) si no se ocupa de motivar a quienes la integran, de un modo tal que la organización sea feliz y ello sólo es posible tomando decisiones justas, es decir, éticamente correctas, pues lo contrario daña de modo irreparable la organización, su memoria e integridad.

La unidad de la organización y el logro de sus fines, es un reto principal del buen directivo, líder, ejecutivo y estratega, no lograrlos implica hacerla sucumbir, fortaleciendo intereses de un grupo, de cortesanos, intrigantes, bufones y arlequines, como en la cortes antiguas, donde la mesa estaba servida para los invitados y donde sin duda había de los otros, es decir, los convidados de piedra.   
  





[1] Juez Superior Titular de la Corte Superior de Justicia de Cusco
[2] Russell, Bertrand. El poder. RBA 2013. P. 34
[3] Pérez López. Juan A. El poder… ¿para qué? Cuadernos Empresa y Humanismo. Instituto 29. P. 3
[4] Y mujeres, por cierto, acotamos nosotros.
[5] Op. Cit. P. 46
[6] Op. Cit. P. 47
[7] Pablo Ferreiro – Manuel Alcazar. Gobierno de personas en la empresa. PAD – Universidad de Piura. P. 153
[8] Op. Cit. P. 151